El sector empresarial criminalizó la hierba en los años 30, pero hoy desea explotarla con fervor
Por DiosaVerde.org
Por décadas, los empresarios lograron prohibir el cannabis por amenazar sus intereses. Actualmente, la élite corporativa persigue lo contrario, que su consumo y comercialización sea legal. El potencial económico de la marihuana regulada es codiciado por diversas multinacionales.
La conspiración de la marihuana
De acuerdo con la teoría de la conspiración contra el cannabis, la cúpula empresarial estadounidense de los años 30, integrada por acaudalados e influyentes propietarios de compañías multinacionales estadounidenses, consideraron al cannabis como un rival al que había que destruir.
Por un lado, la compañía Dupont, quien patentó los procesos para fabricar plásticos por medio del petróleo y carbón, sintió amenazados sus negocios por el cáñamo, empleado para combustibles, nylon y celofán. En la industria papelera, el principal proveedor de Kimberly Clark, propietario de extensas zonas forestales y de los principales diarios impresos, se sintió intimidado por el hemp, incluido en la mayor parte de libros, enciclopedias y publicaciones.
Los farmacéuticos, quienes ya conocían algunas propiedades medicinales de la marihuana, tampoco decidieron poner en riesgo sus imperios, donde comercializaban productos monopolizados y a costos elevados. Los tabacaleros, cayeron en la cuenta que los consumidores de cannabis fumaban menos tabaco, y los fabricantes de cervezas, destilados, licores y vinos, también veían que sus producciones no eran tan valoradas por los consumidores de marihuana.
El ambicioso sueño de todos ellos era el mismo: posicionar sus compañías a nivel mundial. De ser posible, convertirse en monopolios. Para liberarse de la marihuana, influenciaron al gobierno y manipularon los medios de comunicación, creando una campaña de desacreditación y criminalización.
La teoría de la conspiración contra el cannabis, desconocida por muchos, cuestionada por algunos y aceptada como verdad para los restantes, no proviene sólo de rumores o es exclusiva de un solo individuo. Jack Herer, escritor de El emperador está desnudo, ofrece muchas evidencias. Otros autores e intelectuales también han abordado el tema, escribiendo artículos y libros muy bien sustentados en documentos y hechos históricos: Johan Hari, antiguo columnista del Independient; Martin Lee, autor de Smoke Signals: A Social History of Marijuana, y Antonio Escohotado, son algunos de ellos.
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Estudios científicos manipulados
Durante la conspiración, todos los medios de comunicación fueron manipulados. En 1942 en los diarios podía leerse que el cannabis “hace que las mujeres blancas y los hombres negros tengan sexo”. Películas como Locura de la marihuana (1936), Marihuana: el asesino de juventud (1935) y Marihuana: la hierba del diablo (1936), fueron parte de la propaganda. Sin embargo, uno de los factores claves para demonizar la hierba de manera incuestionable, fue difundir información de estudios e investigaciones científicas. Jack Herer, en su obra El emperador está desnudo, describe, entre otros, el caso de una investigación médica en los 70 que promovía sin fundamentos a la marihuana como potencialmente cancerígena:
Según la Asociación Estadounidense del Pulmón, en aquellos años, las enfermedades asociadas a fumar cigarrillos y tabaco mataban a más de 430 mil estadounidenses al año. 50 millones de estadounidenses fumaban, y 3 mil adolescentes se iniciaban a diario. Los estudios sobre la brea cancerígena de la universidad de Berkeley, a finales de los 70, concluyeron que “la marihuana era una y media veces más cancerígena que el tabaco.”
Herer señala que la afirmación anterior carece de fundamento. Para ello, menciona en primer lugar que cualquier humo inhalado contiene “irritantes pulmonares”, pero el humo de cannabis produce solamente una leve irritación en las vías aéreas mayores de los pulmones y los síntomas desaparecen cuando se deja de fumar. Sin embargo, a diferencia del tabaco, el humo de marihuana no produce cambios en las vías aéreas menores, el área donde el humo de tabaco produce daños a largo y corto plazo de manera permanente.
Además, un verdadero fumador de tabaco fuma entre 15 y 60 cigarrillos al día, mientras que un consumidor de marihuana, por muy empedernido, podría fumar entre cinco y siete porros al día (menos aún si el cannabis es de alta calidad).
Para Herer, decenas de millones de estadounidenses fuman hierba habitualmente y el cannabis no ha ocasionado un solo caso conocido de cáncer pulmonar. Para comprobarlo, consultó al principal experto en pulmones de Estados Unidos de la época (1997): el Doctor Donald Tashkin. de la UCLA,
Tashkin considera que el mayor riesgo a la salud de los pulmones sería que una persona fumara 16 o más porros “grandes” al día.
Tashkin piensa que de ningún modo el cannabis es un riesgo alarmante para potenciar el enfisema. Lo opuesto al tabaco. El cannabis es una planta compleja, altamente evolucionada. Hay unos 400 compuestos en su humo. De estos, se sabe actualmente que 60 tienen valor terapéutico. El cannabis también puede comerse, evitando por completo los efectos irritantes del humo.
Lo que los corporativos dicen es ley
Vemos pues que los corporativos juegan un papel fundamental en la economía mundial y poseen mucha influencia sobre los gobiernos, los medios de comunicación, publicidad e incluso estudios científicos. Ciertamente, ningún país desarrollado ha logrado su prosperidad sin una cuantiosa inversión privada nutriendo su economía. Las grandes multinacionales generan empleos, otorgan jugosos impuestos y pactan sólidos acuerdos con las autoridades gubernamentales correspondientes en una relación de mutua conveniencia.
Los medios de comunicación prácticamente les pertenecen. Las televisoras, sitios de Internet, radio, revistas y periódicos, se sostienen con los anuncios publicitarios pagados por ellos. Los corporativos patrocinan gigantescos eventos deportivos y todos conocemos quiénes son tan con sólo ver sus logotipos. Naciones enteras dependen de su permanencia y buen funcionamiento. Entre la población-consumidores, también ejercen una poderosa influencia: imponen modas, tendencias, posturas, definen cuál es la vanguardia tecnológica y hacen obsoleto lo que ya no es rentable. Aunado a esto, dichas compañías cuidan celosamente que muchos de sus detalles operacionales sean un secreto, y que ningún rumor o crítica afecte su reputación como empresas “social y ecológicamente responsables”. Como indica la conspiración contra el cannabis, los corporativos son capaces de eliminar fácilmente cualquier amenaza que atente contra sus aspiraciones.
Los gobiernos, como parte del acuerdo, anteponen los derechos de estos titanes empresariales sobre el bienestar de la ciudadanía, permitiéndoles vender los productos que deseen o hasta privatizar recursos. Para muestra de ello, un gobierno verdaderamente interesado en la salud pública, no permitiría la venta de cigarros. Los incluiría como sustancia potencialmente peligrosa. Los químicos que incluye el cigarrillo son completamente perjudiciales, adictivos y millones de muertes por tabaquismo están comprobadas.
Economía por encima del bienestar social
El poeta francés Baudelarie, simpatizante declarado del consumo de drogas, elogió en su obra Los paraísos artificiales que el gobierno egipcio prohibiera el consumo de hachís, pues “no crea buenos ciudadanos ni guerreros” y permitir su uso sería como desear la decadencia del pueblo. Este razonamiento, podría parecer un tanto rígido. Sin embargo, ¿por qué los gobiernos no permiten la comercialización de marihuana, pero sí la de alimentos procesados con conservadores, saborizantes químicos y otros compuestos que provocan gastritis, cáncer, obesidad y son finalmente antinaturales? ¿No es eso atentar contra su población? Los alimentos transgénicos deberían ser regulados como lo hacen con el cannabis, midiendo minuciosamente sus contenidos y compuestos. Herer comenta que el cannabis es mucho menos peligroso que muchos de los alimentos procesados que consumimos a diario.
Por supuesto que legalizar una planta repleta de cualidades medicinales, capaz de relajar agresivos ánimos y con un potencial uso industrial versátil y renovable no representa grandes peligros, sino beneficios. Un adecuado proceso de educación acerca de su consumo y riesgos a la salud, podría formar consumidores responsables. El día de hoy, el consumo de tabaco es, a pesar de todo reconocido como un vicio asesino. Ya no hay anuncios publicitarios que lo enaltezcan y los derechos de los no fumadores han sido atendidos, influenciando la opinión general y reduciendo su consumo. Además, con la legalización de la marihuana, la estigmatización se iría esfumando gradualmente y el problema de la toxicología, incluso con drogas duras sería visualizado desde una perspectiva renovada, más amigable, como un problema de salud pública de lo más común. Probablemente sus raíces sociales, económicas y culturales podrían ser revisadas sin tanto tabú y tratadas con métodos más eficientes.
La conspiración de los años 30 comienza a transformarse en acctivismo
La tendencia está cambiando poco a poco hacia una legislación en creciente progreso. Y va siguiendo un patrón determinado: alejar a los menores de edad de la marihuana, acabar con el narcotráfico y reducir la delincuencia. Uruguay, Estados Unidos y Canadá han justificado sus legislaciones con las mismas afirmaciones, sumando la de “experimentaremos con la nueva legislación”. México sigue este patrón argumentando exactamente lo mismo. Siendo realistas, el número de consumidores en los países donde se ha legalizado, ha aumentado. Uruguay y Canadá no han podido cubrir la demanda de cannabis legal que el mercado negro lleva satisfaciendo desde hace décadas. Los consumidores siguen recurriendo al “lado oscuro” para obtener hierba y en el caso de Uruguay, algunos lo hacen para adquirir marihuana con mejores contenidos de THC que los que la marihuana gubernamental provee.
El narcotráfico sigue comercializando cocaína, crack y otras drogas duras, que generan ganancias aseguradas: adictos cuya voluntad se ve reducida y deben recurrir al robo u otras modalidades de crimen para obtener su dosis. Evidentemente, el crimen en general no es sólo causado por el narcotráfico. La desigualda d influye mucho.
La marihuana legal es un golpe para el narcotráfico, pero no necesariamente cesará sus actividades. Holanda, quien lleva desde hace décadas lidiado contra la heroína y drogas duras, creó los coffee shops en 1973 como alternativa. Sin embargo, el problema no ha sido completamente eliminado. “Las casas limpias”, espacios gubernamentales a los que acuden los adictos a la heroína en situación de calle, y donde enfermeras especializadas les proporcionan jeringas esterilizadas para que el heroinómano se inyecte y no propague enfermedades, es un claro ejemplo de que la iniciativa propuesta en Holanda no ha logrado su propósito completamente de evitar el tráfico y consumo de drogas duras, y hablamos de más de 30 años de experiencia.
No obstante, en este punto entramos al aspecto 100 por ciento funcional de cualquier regulación de cannabis: el dinero. Holanda, pionero en conceder las primeras indulgencias a la marihuana, es famoso internacionalmente. Millones de turistas han ido a experimentar cómo es fumar marihuana en sus progresistas coffee shops. La derrama económica que esta medida permisiva ha generado, ha sido sustanciosa.
Uruguay también se ha visto beneficiado por la venta de marihuana, con 40 millones de dólares al año. Estados Unidos, según Reuters, obtuvo en 2014, 27 mil millones de dólares. En Canadá, las principales empresas involucradas en la industria cannábica, presumieron exponenciales aumentos en el valor de sus acciones. Farmacéuticas, productoras de bebidas como Coca Cola, laboratorios y muchos otros involucrados, esperan con ansias la legalidad y ahora favorecen las bondades de la ganja. El expresidente Vicente Fox, desde hace poco embajador y asesor en México de Khiron, compañía canadiense de cannabis, también muestra repentina simpatía por la weed y admite que la hierba en sí no es mala, sino el mal uso que le damos los humanos. Antes que una legalidad internacional en pro de la salud pública, la reducción de violencia y el crimen, las jugosas ganancias juegan un papel protagonista. El potencial económico del cannabis quizás podría influenciar a los gobiernos más conservadores a legalizar la hierba. Este argumento luce más convincente y millones de dólares lo avalan, por encima del discurso de pacificación o salud pública.
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Fuentes: scientificamerican, muscaria, gandhi, noticiasliterarias